El SEÑOR tu Dios te hará la circuncisión a ti y a tu descendencia, pero en esa ocasión será en el corazón,
para que ames al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón y con todo tu ser y así tengas vida. (Deuteronomio 30:6) PDT.
La manera correcta de amar a Dios es cuando el corazón ha sido circuncidado, es decir, cuando ha sido liberado del pecado y la maldad. Dios mismo es quien hace esta “operación quirúrgica” para poder recibir un amor limpio y puro.
El amor que Dios quiere recibir es aquel que ha sido descontaminado de adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes. Gálatas 5:19-21.
El amor de Dios proporciona vida al corazón. Es justamente por esta razón que la circuncisión es realizada en el corazón y no en otro lugar. Allí es donde Dios quita lo carnal (el pecado) para llevarnos a vivir una vida en el Espíritu.
Porque… “Si vivimos conforme a la carne, moriremos; más si por el Espíritu hacemos morir las obras de la carne, Viviremos.” Romanos 8:13
Solo el amor de Dios por medio del Espíritu Santo hace esta operación sanadora. Su amor remueve y quita las obras de la carne, para que viviendo por el Espíritu podamos amarlo intensamente.
El amor de Dios nos cambia, nos renueva y nos hace diferentes, tanto a nosotros como a nuestros descendientes.
Oh Señor, actúa en mí con tu gran amor,
Renueva mi vida y la de mi descendencia.
Para que te amemos con todo el corazón,
Con toda el alma y con todas las fuerzas.
Oro que no vivamos conforme a la carne,
Sino conforme al Espíritu de un Dios santo.
Pues al ser purificados desearemos alabarle,
Siendo circuncidados vendremos a adorarle,
Apartados del pecado que el aborrece tanto.
Tu vida diste en la cruz por mí, pecadora,
Te diste por completo sin ninguna reserva.
¿Cómo pues me atrevería a pecar ahora?
No, ¡Circundada el corazón de tu sierva!
Prepara a mi familia para aquella hora,
Prepáranos Señor para cuando tú vuelvas.