Dame, hijo mío, tu corazón, y que tus ojos se deleiten en mis caminos. (Proverbios 23:26)
¿En qué se deleitan tus ojos? ¿Dónde estás poniendo tu mirada? Estas fueron algunas preguntas (parafraseando) que hicieron los pastores de la Iglesia Cristiana Manantial de Aguas vivas durante una enseñanza bíblica.
Pues bien, justamente el tema que trataremos a continuación estará enfocado en los ojos, pero también en el corazón. Veamos el orden de prioridad conforme Dios lo señala en el texto inicial.
Hay algo que al ser humano le cuesta entregar. ¿Será su fama? ¿Serán sus títulos académicos? ¿Sus posesiones materiales? ¿Sus finanzas? A propósito de finanzas, he oído decir que, a muchas personas les cuesta entregar el “bolsillo”, es decir las finanzas. Lo cual incluye obviamente las posesiones materiales. Para comprobar qué tan cierto es, leamos la siguiente historia:
Alguien se acercó a Jesús con la siguiente pregunta:
—Maestro, ¿qué buena acción tengo que hacer para tener la vida eterna?
17 —¿Por qué me preguntas a mí sobre lo que es bueno? —respondió Jesús—. Solo hay Uno que es bueno; pero para contestar a tu pregunta, si deseas recibir la vida eterna, cumple los mandamientos.
18 —¿Cuáles? —preguntó el hombre.
Y Jesús le contestó:
—“No cometas asesinato; no cometas adulterio; no robes; no des falso testimonio; 19 honra a tu padre y a tu madre; ama a tu prójimo como a ti mismo.”
20 —He obedecido todos esos mandamientos —respondió el joven—. ¿Qué más debo hacer?
21 Jesús le dijo:
—Si deseas ser perfecto, anda, vende todas tus posesiones y entrega el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Después ven y sígueme.
22 Cuando el joven escuchó lo que Jesús le dijo, se fue triste porque tenía muchas posesiones. (Mateo 19:16-22)
Hasta este punto, la historia dice que el joven rechazó la vida eterna (Rechazó a Jesús) por causa de sus posesiones. ¿Era entonces el dinero mucho más importante que su eternidad?
¿Cuál es tu mayor tesoro, estimado amigo y hermano?
¿Sabías que el Señor nos pide el mayor tesoro de nuestra vida? ¿Y no son precisamente las riquezas? Pues Dios es el dueño del oro y la plata. De manera que no las necesita para tener Poder y Grandeza. ¡Claro que no! ¿Entonces qué Dios nos pide? Dios nos pide el centro de nuestro ser: Nuestro corazón. Esto indica que, entregando el corazón ya le habremos entregado todo. No quedará rincón vacío que el enemigo pueda llenar. El corazón es suficiente para Dios transformar todo nuestro ser. (Proverbios 4:23)
Ahora detengámonos un momento en la segunda parte del texto del encabezamiento: “y que tus ojos se deleiten en mis caminos”.
Porque los caminos del Señor son deleitosos y todas sus veredas paz. El transitar por ellos debe ser nuestro mayor anhelo. Pero esto no será posible sin antes haberle entregado el corazón.
Cuando a Dios entregamos el corazón, nuestros ojos son abiertos para ver sus caminos y andar en rectitud. Nuestros pasos son afirmados. Somos guiados de su mano. Su palabra se convierte en nuestro mayor deleite.
Sin Jesús en mi corazón es imposible andar,
Pues, Él es quien hace perfecto mi camino.
Abre mis ojos para saber cómo caminar,
Él traza la ruta y me guía al mejor destino.
Que sean abiertos mis ojos es mi pedido,
Pero primero te rindo Señor mi corazón.
¡Tómalo oh mi Dios, por favor te lo pido!
Y recibo de ti a cambio una nueva visión.
No son las riquezas o las posesiones materiales,
Las que harán que mi vida tenga un alto sentido.
Porque solo tú todo lo conoces y todo lo sabes,
Te entrego mi corazón y lo postro ante ti rendido.