¿QUÉ HAS DADO TÚ?

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,

para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)

Hace años, cuando mi hijo tenía cuatro años, me regaló un corazón de madera montado sobre una placa de metal, con la palabra “siempre” pintada en el centro. “Te amo para siempre, mamá”. Dijo.

Esta historia relatada en el devocional de hoy, me trajo a la memoria los regalos que mis hijos me daban cuando eran niños. Uno en particular dejó una marca indeleble. Fue ese día cuando no había dinero para comprar alimento, y aunque traté de mantenerlo en secreto, aquel niño de escasos 5 o 6 años de edad lo descubrió. Así que, decididamente entró a su habitación, tomó su alcancía de monedas entre sus brazos y me la entregó. No recuerdo exactamente qué palabras dijo. Pero lo que hizo fue suficiente para darme un mensaje que quedó grabado en mi corazón.

Un día Dios también entregó algo a favor de la humanidad. Hizo un sacrificio para demostrar su amor. “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree ,no se pierda, sino que tenga vida eterna”. (Juan 3:16)

¿Qué muestra de amor tú has recibido que pueda superar el amor de Dios?

Durante este tiempo devocional meditábamos y decíamos que, difícilmente una madre entregaría a su hijo para salvar a su vecino. Y en Juan 3:16 aunque sea incomprensible para la razón humana, Dios nos revela y por la fe entendemos, que de Él hemos recibido su amor sacrificial, similar a lo que haría una madre para salvar al hijo a quien ama.

Hoy sé que cuando Dios el Padre entregó a su Hijo unigénito fue con el propósito de perdonar mis pecados, darme salvación, y convertirme en su hija. ¡Gracias Padre por tan grande amor!

No hay amor sacrificial que supere el de Dios,

Un poco se asemeja al que siente una madre.

Y aunque nosotras demos a los hijos lo mejor,

No alcanzaríamos a exceder lo inmensurable.

 

Como una madre es nuestro Padre Celestial,

Quien dio a su Hijo unigénito para salvarnos.

Jesús vino a la tierra dejando su eterno hogar,

Y murió en la cruz para su amor demostrarnos.

 

Recibamos el amor que de Dios fue derramado,

Celebremos con gratitud y gozo por ser sus hijos.

Y ya que su presencia nos hace bienaventurados,

Adoremos al que vive por los siglos de los siglos.