¿…Por Qué Estáis Mirando al Cielo?

 

¿…Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo. (Hechos 1:11)

La virgen María está a punto de dar a luz. Llegó la hora del nacimiento de Jesús. Pero, ¡No hay un lugar disponible! ¡Solo un establo!

¡Pues bien! Sin importar las condiciones, José ayuda a su esposa a acomodarse en aquel humilde lugar. ¡No hay otra opción! ¡El niño tiene que nacer en Belén! El Padre Celestial ha determinado enviar a su Hijo unigénito para salvar a la raza humana.

“Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad”. (Miqueas 5:2)

¿Sabía usted que el hotel (mesón) no disponible? ¿Los regalos que recibió el niño Jesús? ¿La cuna humilde de su nacimiento? ¿Y los demás acontecimientos no fueron casualidad?

¡Claro que no estimado amigo! Dios el Padre, había dispuesto desde el principio de la Creación enviar a su Hijo como el único medio para reconciliar a la humanidad perdida y perdonar sus pecados.

La historia de Adán y Eva ha sido transmitida de generación a generación, para que entre otras cosas sea posible explicar el porqué del pecado y sus consecuencias, y también para revelar el inmenso amor de Dios.

En el principio, cuando Adán y Eva pecaron, es decir, cuando desobedecieron la orden del Señor de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, el tentador, la serpiente antigua llamada diablo y satanás, quien los indujo a cometer tal acto, recibió la siguiente sentencia:

“Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. (Génesis 3:14)

El Señor sella la sentencia en contra de satanás diciendo:

“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” ( Génesis 3:15)

Dios primero maldice a la serpiente (diablo) y después le señala su final: ser exterminada por un hombre nacido de mujer. Ese hombre profetizado desde el principio de los siglos también fue profetizado por Isaías cuando dijo:

“Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. El aumento de su soberanía y de la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para afianzarlo y sostenerlo con el derecho y la justicia desde entonces y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto. (Isaías 9:6)

Observe que Isaías se refiere al Salvador como si ya hubiese nacido. ¡Pero claro que ya había nacido en el corazón y la mente de Dios! Aunque todavía no había sido manifestado en carne, era un hecho irreversible porque la boca de Dios lo había prometido y le había sido revelado a algunos de sus profetas. De tal manera que, al ser manifestado, la humanidad entera recibiera la única esperanza de redención.

Pasaban los años, y el niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre El. (Lucas 2:40)

A los 30 años de edad el Señor Jesucristo comienza su ministerio terrenal. (Lucas 3:23), y a los 33 años aproximadamente va a la cruz a cumplir la orden dada por su Padre. Pero antes hubo capacitado a un grupo de discípulos dándoles instrucciones de lo que debían hacer después de su partida.

Muere el Maestro colgado en la Cruz del Gólgota, después de sufrir la más cruenta humillación en dolor sangrante. Pero ciertísimamente como lo había dicho, al tercer día resucitó de entre los muertos. ¡Gloria a Dios! (Lucas 24:46)

Después de su resurrección, se apareció a sus discípulos y caminó entre ellos durante 40 días. (Hechos 1:1-3) ¡Oh qué tiempo tan corto para seguir disfrutando la compañía de Jesús!

¡Ha llegado “la otra hora”! La hora en que Jesús debe despedirse. El Padre lo está esperando para que se siente a su derecha. Es por eso que, sacando a sus discípulos hasta Betania, alza sus manos y los bendice. Justo en ese momento (mientras bendice a los discípulos) se separa de ellos y es llevado arriba al cielo.

Jesús es llevado al cielo para tomar la gloria que tuvo con el Padre desde el principio, antes que el mundo fuese creado. Con esa misma gloria poder y autoridad así vendrá. Por esta razón no debe haber tristeza por la ascensión del Señor, debe haber esperanza y gozo por su pronto regreso. 

Este mismo Jesús que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo. (Hechos 1:11)

¡Qué gozo entrar a las mansiones de gloria!

A las que el Señor Jesús nos ha preparado.

Allí estará nuestra vida a salvo y en victoria,

Alabando por siempre al Cristo resucitado.

 

Mientras Jesús regresa por su pueblo amado,

Su santo nombre continúa siendo proclamado.

Nuestra mirada sin tristeza sea puesta en el cielo,

Porque esperar a Jesús es nuestro mayor anhelo.

 

No hacemos endecha por la partida del Señor,

Sino, celebramos el regreso de nuestro Salvador.

Hoy es un día de júbilo recordando sus Palabras,

“En la casa de mi Padre voy a preparar morada.”