Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre,
a fin de que guardemos todas las palabras de esta ley. (Deuteronomio 29:29)
Si nos ponemos a analizar, toda persona tiene secretos que no desea sean revelados. Ya sea por protección. Por lealtad, o por otras razones legitimas.
Guardar algo en secreto, es el derecho a permanecer callado. ¿Sabe usted por qué en los Estados Unidos cuando alguien es arrestado por la policía se le dice: “Todo lo que diga será usado en su contra”? Este es un derecho llamado “Advertencia Miranda”, el cual se ha establecido como procedimiento policial de rutina para evitar la violación del derecho constitucional a no auto incriminarse. Otro derecho del arrestado es a consultar con un abogado. ¿Qué le dice esto a usted respecto de nuestros pecados y de Cristo como nuestro abogado?
El hombre tiene secretos que solo son conocidos por el Dios del cielo quien sabe todas las cosas. También Dios tiene secretos que solo a Él le pertenecen; pero que han sido reservados para ser conocidos por nosotros un día, cuando estemos en su presencia para siempre.
El día que nos encontremos con Dios cara a cara, nos serán descubiertos aquellos secretos que ahora en esta vida terrenal no podemos entender. Su palabra nos habla, como leemos en el siguiente texto bíblico, diciendo:
Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. (1 Corintios 13:9-12)
Este versículo nos deja en evidencia que en el ahora (presente terrenal) solo tenemos acceso a una parte del conocimiento de las riquezas insondables de la sabiduría y de la ciencia de Dios. Pero llegará un día cuando todo nos será revelado, pues la vida terrenal es limitada tal como son los conocimientos. Pero mantenemos la esperanza de que en un futuro glorioso veremos lo que está reservado para aquel día.
La Biblia dice que seremos semejantes al Señor Jesucristo. Por tanto, en esa semejanza no habrá nada oculto. Ese día entenderemos y conoceremos lo que ahora con nuestra mente limitada pretendemos alcanzar.
En lugar de procurar las cosas secretas de Dios, debemos ser diligente en inquirir hasta recibir sus revelaciones, las cuales Él ha prometido diciendo: “Éstas son para mis hijos ¡Para siempre!”. Dando a entender que son de continuo y sin limitaciones en el tiempo.
Las revelaciones de la palabra son luz y entendimiento,
Abren nuestros ojos y dan al corazón contentamiento.
No procuro sondear lo que en secreto Dios ha dejado,
Pero sí cosas que para los que le aman ha preparado.
Sé que hay algunas que ha guardado en secreto,
Lo cual me produce gran admiración y respeto.
Pero también sé que ha dejado revelaciones,
Para nosotros sus hijos y nuestras generaciones.
Señor, revélate más a mi corazón, quiero conocerte,
Pues, el conocimiento sin tu presencia me enaltece.
Una erudita sin tu Espíritu Santo no pretenda yo ser,
Sino alguien que rendida a tus pies te quiera conocer.