Y CORRERÁN

Y vendrán con gritos de gozo a lo alto de Sion, y correrán al bien del Señor:

al pan, al vino, al aceite, y al ganado de las ovejas y de las vacas; y su alma será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor. (Jeremías 31:12)

Cuando era pequeña y mis padres regresaban de viaje, grande era mi alegría por verles llegar con las manos llenas. Ellos siempre regresaban con presentes, con juguetes, dulces o galletas.  Para mí, era el mejor regalo según mi edad. Y realmente lo era para cualquier niño en esa época. Hoy seguramente no sería igual. Según el avance de la tecnología, los hijos pequeños, de sus padres esperarían por lo menos una Tablet. ¡Aunque este no es el punto de mi mensaje! Lo que quiero puntualizar es la alegría que experimentamos al ver llegar a nuestro papá trayendo algo que nos gusta. Es aquí donde quiero detenerme. ¿Por qué? Porque al igual que sucede con nuestro padre terrenal, sucede con nuestro Padre Celestial, pero con dos grandes diferencias:

Primera Diferencia: El gozo que experimentamos en la presencia de Dios, no es precisamente por el bien material. No buscamos a Dios mirando sus manos sino su corazón. A veces pienso que mi padre terrenal sabía esto. Él sabía que aunque había gran alegría por recibir su presente, con su detalle él me estaba diciendo: “Estuve pensando en ti. Te quiero mucho y por eso te traje dulces y galletas.”

Segunda Diferencia: Los hijos de Dios no esperan verle llegar con los regalos, sino que acuden a él para recibir “Los dulces y las galletas .” Con la salvedad que de Dios no recibimos solamente aquello que nos gusta, sino lo que realmente necesitamos.

El pasaje de hoy, nos sugiere presentarnos ante Dios con tal alegría que alcemos la voz y le alabemos. Que cuando nos acerquemos a Dios sea para buscar su bien y no pensando que vamos a recibir reproche o castigo. Porque de Dios solamente recibimos el bien y no el mal, tal como lo dice en Jeremías 29:11. 

Esta promesa nos hace estar en paz, mayormente si la complementamos con Salmos 16:11 que dice:

“Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.

Concluyamos haciendo mención de algunas bondades que recibimos al estar en la presencia del señor:

- *Es saciada nuestra alma sedienta,

- *Nos mantenemos vigorosos y fuertes,

- *Produciremos los frutos en el tiempo correcto,

- *No podremos marchitarnos,

- *Creceremos y seremos útiles a otros,

- *El dolor huye y toma lugar el gozo eterno del Señor.

 

Sea saciada mi alma en tu dulce presencia,

Amado Salvador tú eres mi mejor compañía.

Porque necesito tu pan y tu vino con urgencia,

Mi corazón clama estar cerca de ti todo el día.

 

Quiero que de noche seas tú mi meditación,

Y que de día influyas en mis pensamientos.

Que pueda yo gritar en las alturas de Sion,

Bajo tu unción ¡Oh Dios! en todo momento