Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. (Santiago 1:5)
¿Cuántas veces le hemos dicho a una persona no cristiana que le pida sabiduría a Dios?
Este es un buen punto de partida para detenernos a examinar lo siguiente:
En el versículo 1, el apóstol Santiago hace su introducción diciendo de sí mismo que él es un “siervo de Dios, y del Señor Jesucristo”. En el versículo 2 dice “hermanos míos”, lo cual indica evidentemente que esta carta va dirigida a todos los creyentes en Jesucristo.
El versículo 5 objeto de nuestro estudio inicia diciendo “Y si alguno de vosotros…” Reiteramos entonces que las palabras de Santiago inspiradas por el Espíritu Santo, van dirigidas a los creyentes. A aquellos que han decidido poner su confianza en el Señor Jesucristo y que además atraviesan por diversas pruebas.
Parece ser que a causa de nuestras pruebas y de nuestra poca paciencia, intentamos resolver las situaciones haciendo uso de nuestras fuerzas y de nuestros propios conocimientos.
Entendemos ahora el por qué Santiago exhorta a pedir sabiduría a aquellos hermanos que habían sido dispersados. Justamente en estos momentos, en esta estación de la vida es cuando se requiere con mayor urgencia la sabiduría, porque somos más propensos a equivocarnos al tomar las decisiones.
Mientras más leo detenidamente el pasaje Bíblico, más logro entender que la sabiduría del cielo está reservada para los hijos de Dios. Y si seguimos leyendo, a partir del verso 6 nos vamos a encontrar con un “Pero”.
“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.” (Santiago 1:6)
Se vuelve más complejo a medida que profundizamos en la lectura. Mientras más ahondamos en el estudio más descubrimos que hay varios elementos comprometidos con la sabiduría. No es solo pedirla a Dios, sino que para recibirla debemos además ser siervos, ser pacientes y creerle a Él.
Es posible que algunos cristianos consideren que tienen la sabiduría suficiente. Sin embargo, declarar que somos sabios no nos hace sabios sino necios. Depender de Dios y buscar la sabiduría en Él, nos hace entendidos. (Romanos 1:22)
Hay un tipo de sabiduría la cual tú no quisieras tener ni pedir mi estimado amigo. Me refiero a la terrenal animal y diabólica. Es esa sabiduría que no es pura. No es pacífica. No es amable. No es benigna. No es llena de misericordia y de buenos frutos. Sino que es hipócrita; acompañada además de celos amargos, de contención y jactancia en el corazón. (Santiago 3:15-17)
Ven acepta esta gracia que Cristo te ofrece,
Te ofrece en abundancia sabiduría del cielo.
Pida con humildad aunque nadie la merece,
Pero si a alguno le falta, de Él la recibiremos.
Yo sigo reconociendo que me falta sabiduría,
Por eso acudo a ti, porque tú eres la fuente.
Ya me has garantizado que de ti la recibiría,
Gracias Señor por dármela abundantemente.
Al cristiano que le falte sabiduría del cielo,
Acérquese confiadamente a la fuente real.
Pídala con humildad de corazón sincero,
Al único que la tiene y que la puede dar.
No te conformes con la humana sabiduría,
Porque esa es terrenal, diabólica y animal.
Pide la que es benigna, pura y sin hipocresía,
Pide la que es de lo alto, la del Padre Celestial.