MI HIJA AMADA

De Benjamín, dijo: Habite el amado del SEÑOR en seguridad junto a aquel que le protege todo el día, y entre cuyos hombros mora. (Deuteronomio 33:12)

Sentirse amado es una característica de todo ser humano. Todos necesitamos recibir y dar amor porque fuimos creados por el Dios de amor.

El amor es algo intrínseco que no podemos rechazar. Y aunque alguien quisiera arroparse de orgullo declarando que no necesita ser amado, sería una contradicción opuesta a su propia naturaleza.

¿Qué sucede cuando no recibimos el amor que necesitamos?

¿Qué sucedería si nos encerramos en nosotros mismos y colocamos una coraza para no recibir el amor de Dios?

¡Simple! Al no recibir el amor de Dios, el corazón se bloquea. Se inhabilita para para dar y recibir amor.

¿Recuerda usted aquella ocasión cuando Dios el Padre desde el cielo llamó al Señor Jesucristo “Mi Hijo Amado”?

¡Correcto! Cuando Jesús en un acto de amor y obediencia vino de Galilea al río Jordán para ser bautizado por Juan, y aunque Juan se le opuso, Jesús le dijo: —“Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia”— Y Jesús, después que fue bautizado, subió enseguida del agua, y en ese momento los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y se posaba sobre él. Y se oyó una voz de los cielos que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.» (Mateo 3:13-18)

¿Quisiera usted escuchar a Dios mencionar su nombre? ¿Quisiera que Dios le llame “Mi amado”?

Es cierto que Dios no rehúsa su amor al ser humano, a todos los ama. Sin embargo, leamos y meditemos en los siguientes ejemplos donde se puede observar una particularidad en la expresión del amor de Dios:

»De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16)

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él. Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado. (Efesios 1:1-5)

Estimado amigo lector, el primer acto de amor hacia Dios el Padre, es recibir a su Hijo Jesucristo como Señor y Salvador. El segundo acto es ser bautizado. Esto permite que los cielos te sean abiertos. Que el Espíritu de Dios pose sobre ti. Que puedas oír la voz del Padre. Que seas acepto en el amado. Y que recibas el mismo calificativo de honor: “MI HIJO AMADO”

Con esta bendición, Moisés, hombre de Dios, bendijo a la tribu de Benjamín antes de morir. De igual manera Dios sigue bendiciendo a sus hijos hoy. Dios no ha enmudecido; más aún, podríamos decir que ha expandido la posibilidad de oírle, al permitir que su palabra sea difundida a través de los diferentes medios de comunicación. ¡No hay excusa para nosotros los que vivimos en esta dispensación de la gracia! 

¡Oh bendito Salvador mi refugio eterno!

¡Sublime gracia derramada desde el cielo!

Hoy me regocijo en tus brazos tiernos,

Para ser arrullada con la dulzura de tu amor.

Es un deleite tu presencia, tu abrigo es mi protección,

Tu cercanía me da confianza y me inspira una canción.

Gracias por escuchar lo que tu hija quiere decir,

Ven por favor amando mío, tu susurro yo quiero oír.

Habla una vez más tu palabra, hazme otra vez sonreír.

 

Diariamente amado mío tu dulce voz yo quiero escuchar,

Sea de la manera que tú quieras tu palabra a mí enviar.

Por favor déjame oír qué planes tienes para mi vida,

Y aunque no comprenda nada me postre ante ti rendida.

Tus pensamientos has dicho que son de bien y no de mal,

Es una buena noticia que me da paciencia para esperar.

Gracias por llevarme sobre tus hombros con seguridad,

Para que el enemigo no me dañe con su cruel maldad.